Mi bendición tiene nombre

Tal vez estés esperando una respuesta urgente de Dios, pero recuerda que Su tiempo es perfecto.

Mi bendición tiene nombre | Génesis 21:3-4

La escritura en el Génesis 21:3-4, dice así: "Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac". Notemos que en un solo versículo aparecen tres nombres importantes de la Biblia: Abraham, el padre de la fe; Sara, que podemos considerar la madre de la fe; e Isaac, un hijo que fue anhelado por más de 24 años. El versículo 4 añade: "Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac a los ocho días, como Dios le había mandado".

Es sorprendente, la espera tiene una fecha final. La espera no es para siempre, tiene un comienzo y tiene un final. Sara quedó embarazada y, al final del embarazo, nació el bebé y llegó la bendición. En cada temporada de nuestra vida, habrá algo por lo que esperar, pero también habrá un cierre para esa espera. La iglesia del Señor sigue de pie, sigue firme y sigue adelante. Recuerde, Dios nos ha llamado a orar por nuestros gobernantes y por las personas en autoridad. Aunque las personas pasen, el trono permanece, y es bueno saber que la iglesia de Dios permanece para siempre.

Mi primera tarea, y consejo, es nombrar mi bendición. Génesis 21:3 comienza diciendo: "Y llamó". Esto significa que Abraham se tomó el tiempo de actuar y nombrar. El versículo sigue diciendo: 'Y llamó Abraham el nombre de su hijo'. Esto nos muestra que Abraham se tomó un tiempo para darle un nombre a una bendición en su vida. El Señor me mostró que debemos tomarnos tiempo para darle nombre a nuestras victorias recibidas en Él.

Todos hemos pasado por ciclos en nuestra vida donde hubo un antes y un después. En esos momentos solemos ponerle nombre a nuestras victorias, no tanto por la victoria en sí, sino por la derrota que se superó. Por ejemplo, alguien podría decir: "Dios me sanó de mi problema en el corazón". Y al preguntarle más, respondería: "Sí, ese era mi problema en el corazón". De este modo, aunque Dios ya ha obrado la sanidad, la persona sigue refiriéndose a ella como "mi problema en el corazón". O alguien podría decir: "Gracias a Dios, Él me sanó de una dolencia en la pierna". Y al explicarlo, diría: "Ese siempre fue mi problema en la pierna". Enfatizan el nombre de lo que era la prueba en lugar de destacar la bendición que Dios les ha dado. Abraham, después de esperar 24 años, no dijo: "Aquí está mi hijo, el que mi mujer nunca podía tener porque Sara era estéril". No, Abraham no se refugia en lo que fue la prueba; toma cartas en el asunto y le pone nombre a la bendición que Dios le ha dado.

Dios te entregará bendiciones, y cuando lleguen, no te concentres en el nombre de la prueba que atravesaste. Concéntrate en el nombre que le vas a dar a la victoria que Dios te ha otorgado para la nueva temporada de tu vida. No sé cuál será el nombre que tú le darás a las victorias que Dios te conceda, pero tus victorias no pueden tener nombres de derrotas. Tus victorias deben tener nombres de triunfo, avance, gloria y poder, porque Dios ha estado a tu lado. Dale valor y renombre a las victorias que Dios te ha dado. Abraham, cada vez que veía la mano de Dios, automáticamente levantaba un altar.

Si tenía la oportunidad de cambiar el nombre del lugar, lo hacía. Abraham era un experto en cambiar nombres. Ahora, al tener que nombrar a su hijo, recuerda que en el capítulo 17, versículo 19, Dios le había dado el nombre para ese hijo. Génesis 17:19 dice: "Respondió Dios: Ciertamente Sara, tu mujer, te dará un hijo, y le pondrás por nombre Isaac. Confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él". Abraham sabía el nombre que debía colocar a su tiempo de espera. Cuando llega la oportunidad y nace el bebé, me imagino que Abraham lo tiene en sus brazos y recuerda: hace un año, en el capítulo 17, Dios me dio este hijo y me dijo que se llamaría Isaac. Y lo llama Isaac, que significa "él reirá".

Isaac significa "hará reír" o "él reirá". Abraham se rió cuando escuchó que Sara quedaría embarazada, y Sara también se rió al enterarse. Incluso se rió mientras amamantaba a Isaac, pensando en lo increíble que era tener un hijo a los 90 años. Isaac era un hijo de alegría, de gozo, que traería paz y risas a la casa. Abraham comprendió la importancia de no poner cualquier nombre a su hijo. En la Biblia, notarás que los hombres y mujeres de fe no elegían nombres al azar para sus hijos, sino que los nombres reflejaban la prueba que estaban atravesando y la victoria que Dios les había otorgado. En la cultura judía actual, se observa que los nombres de los niños tienen que ver con sus antepasados o representan triunfos y victorias. Por ejemplo, un niño podría llamarse Moisés, en honor al gran líder bíblico. Esto muestra cómo los judíos dan importancia a los nombres que dan a sus hijos, buscando que sean una bendición y un reflejo de lo que desean para ellos.

Abraham circuncidó a su hijo Isaac cuando tenía 8 días, tal como Dios le había mandado. Esto nos habla de las señales que marcan la vida. Dios se le acercó a Abraham y le pidió que caminara delante de Él y fuera perfecto. Dios le ordenó circuncidarse a sí mismo, a su hijo Ismael y a todos los siervos de su casa. Imagina a Abraham, con 99 años, sometiéndose a este acto doloroso. Y después de un año, cuando nace Isaac, Abraham recuerda la promesa de Dios de circuncidar a su hijo. Este acto no solo representaba una señal física, sino también un pacto de santificación para Dios, un compromiso de separación para Él. Abraham no sabía que este acto de fe perpetuaría en las generaciones venideras, pero hoy en día la práctica de la circuncisión continúa en la cultura judía. Este acto de fe demandaba total obediencia de parte de Abraham. Y así como él obedeció, nosotros también debemos estar dispuestos a obedecer las señales que Dios nos da en nuestras vidas.

Abraham demostró ser obediente, y me encanta la gente obediente porque siempre le va bien. Siempre se le abren puertas y siempre cosecha bendiciones. Abraham decidió hacer lo que Dios le indicó, incluso cuando la circuncisión no es algo obligatorio en nuestra sociedad. Algunos padres optan por practicarla por razones higiénicas o de salud, pero no es una norma en todas las culturas, como en la nuestra en Panamá. Pablo, en el Nuevo Testamento, aborda este tema en Romanos. La circuncisión física no es suficiente para agradar a Dios; lo que importa es una circuncisión del corazón, como se menciona en Deuteronomio. Es en el corazón donde residen los sentimientos y las emociones, y a menudo es necesario cortar aquellas cosas que nos impiden recibir las bendiciones de Dios.

Abraham entendió que la circuncisión era necesaria para agradar a Dios, y obedeció sin necesitar múltiples señales. A veces, la gente espera señales de Dios para obedecer, pero la verdadera obediencia viene cuando confiamos en la Palabra de Dios y actuamos en consecuencia. No necesitamos confirmación repetida; la Palabra de Dios es suficiente para guiar nuestras acciones.

Cuando obedecemos sin dudar, recibimos las bendiciones que Dios tiene para nosotros. Gedeón, un gran guerrero valiente, venció a un gran ejército con solo 300 hombres. Sin embargo, antes de actuar, le pidió señales a Dios para confirmar su llamado. Esto nos recuerda que a veces buscamos señales para creer en lo que Dios nos pide, como lo hicieron los fariseos con Jesús. Jesús les enseñó que las verdaderas señales seguirían a los que creen en Él, como echar fuera demonios y hablar en nuevas lenguas. No necesitamos múltiples señales; necesitamos fe para creer en la Palabra de Dios. En Hechos 7:8, Esteban defiende la fe y menciona cómo la obediencia se transmite de generación en generación. A menudo, la gente duda de enseñar principios de fe en sus hogares, pero la perseverancia en hacer lo correcto para Dios dará frutos, incluso si al principio hay resistencia.

La gente que aprende a obedecer también aprende a transmitir una vida diferente a las generaciones futuras. Es importante renovarse constantemente para recibir lo nuevo que Dios tiene para nosotros y no permitir que se pierda la esencia de lo que Él ha depositado en nosotros.

Miércoles 8 de mayo de 2024 | Predicación # 924

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